"La excelencia es un hábito" - Aristóteles

La realidad educativa se haya inmersa en un proceso de continuo cambio que exige incorporar aprendizajes nuevos para actualizar las competencias docentes. Para ello es necesario compartir, formarse,experimentar, buscar recursos, trabajar en equipo, reflexionar sobre el propio trabajo, debatir con otros compañeros y, todo ello, en equilibrio con nuestra vida personal y con la intención de mejorar de año en año, a partir de análisis y propuestas de mejora.

Saber ser docente tiene que ver, en primer lugar, con responder a las necesidades propias, derivadas de la profesión. Se trata de evitar situaciones de estrés que impidan que nos sintamos desbordados y de tomar decisiones de formación continua que garanticen que dispondremos de suficientes recursos para responder a las necesidades de los alumnos.

Las estrategias para organizar el propio trabajo implican analizar nuestras prioridades y ser capaces de delegar y distribuir eficazmente el tiempo, distinguiendo entre lo imprescindible y lo accesorio, lo importante y lo urgente. Además, hemos de prever periodos de reflexión que nos permitan hacer prevalecer la proactividad frente a la reactividad, proporcionando el necesario tiempo de introversión que garantice la evaluación de nuestra práctica docente y la toma de decisiones de mejora pertinentes que nos ayuden a ser profesionales satisfechos de nuestra labor docente.

 

Guardar un equilibrio entre innovación y rutinas adquiridas, que evite sobrecargarnos con un exceso de tareas que nos desborde, o caer en la fosilización de lo que “ya nos funciona” es la clave para nuestra satisfacción profesional de los docentes.

La formación es la que condiciona la actualización y el desarrollo de todas las otras competencias. Éstas se crean y transforman continuamente con la práctica profesional, que combinada con una formación apropiada garantizará el mantenimiento de nuestro acerbo competencial a lo largo de los años y mejorarlo. En el contexto de cambio que enmarca hoy la realidad educativa, la necesidad de incorporar aprendizajes nuevos para actualizar nuestras competencias docentes no ha hecho sino aumentar, y no parece que las cosas vayan a cambiar, por el momento.

Pero formarse es mucho más que asistir a cursos. Implica leer, experimentar, innovar, buscar recursos, trabajar en equipo, participar en proyectos institucionales, reflexionar, o simplemente debatir con otros compañeros de forma metódica y con la intención de mejorar de año en año a partir de análisis y propuestas de mejora. Esto implica conocer la opinión del alumno y contar también con las aportaciones de otros profesores.
Una forma relativamente amable de realizar una reflexión del propio trabajo es presentarse a premios y concursos, participar en foros, dar conferencias y escribir artículos o participar en organizaciones profesionales. Cualquiera de estas actividades nos obliga a ordenar y sistematizar lo que hemos hecho, compartiéndolo con los demás.

 

compartir con otros sin temor y entender dónde estamos y por qué en nuestro camino profesional. Desgraciadamente, muchos docentes infravaloran su trabajo en las aulas y eso nos está haciendo mucho daño como colectivo.

La formación continua será más efectiva si se organiza para equipos o redes que si se organiza para individuos. Este tipo de formación ayuda a detectar las necesidades a nivel de centro y crea canales de colaboración entre profesores que es importante aprovechar.

Finalmente, fomentar situaciones en que unos profesores forman a otros más noveles puede ser una manera de enriquecimiento mutuo.

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