Somos modelos de comportamiento, los niños aprenden fundamentalmente viendo.
Cuando hablamos de educación emocional, nos estamos refiriendo al hecho de experimentar emociones positivas y aprender a regular las emociones negativas, es decir, la capacidad de poder identificar las emociones, expresarlas y gestionarlas de una manera saludable.
¿Cómo educar las emociones?
Hoy en día cada vez se habla más del desarrollo de la educación emocional en la escuela; existe multitud de material muy bueno al respecto, programas, talleres, manuales, guías, libros de texto, incluso se imparte como asignatura o como actividad extraescolar. Todo esto está muy bien, la educación emocional se adquiere y se entrena, pero no nos podemos olvidar que debe ser un proceso educativo contínuo y transversal, no puede ser algo aislado, el docente, la sociedad y la familia debe tomar conciencia de ello.
Los niños y las niñas reparten su tiempo entre la familia y la escuela, por lo tanto, los adultos somos los responsables de crear un clima emocionalmente positivo.
Somos modelos de comportamiento, los niños aprenden fundamentalmente viendo. Por lo que, si gestionamos de forma positiva nuestras emociones tendrá un impacto positivo en los niños. Si yo soy más consciente de mis emociones ayudaré a mis hijos o a mis alumnos a identificar las suyas.
Por poner un ejemplo, si yo reacciono perdiendo el control, chillando y enfadándome de forma exagerada porque mi hija derrama un vaso de leche por la mañana justo antes de salir de casa o el profesorado no les permite expresar sus emociones en el ámbito escolar estaremos ante situaciones que no facilitarán la adquisición de las competencias emocionales practicadas.
¿Cómo podemos hacerlo?
1º Adquiriendo conciencia emocional, viendo como me siento en determinados momentos o situaciones, identificando nuestras emociones, no disfrazarlas, no taparlas, es decir, hacerlas conscientes.
2º Desarrollando la empatía, conectar emocionalmente con el niño/a, comprenderle, ponerse en sus zapatos, ver la situación o el conflicto desde su prisma.
3º Regulando las emociones, gestionándolas de forma adecuada, previniendo las emociones negativas, canalizándolas, disminuyéndolas.
Para esto, cada uno encontrará la manera que más le ayude, respirar profundamente, contar hasta diez, salir de la habitación, etc, etc,.
4º Potenciando la comunicación, practicando la escucha activa, dedicándoles tiempo, dando pie para que expresen sus sentimientos, que la primera pregunta al recogerles del cole sea ¿cómo estás? en lugar de ¿qué deberes tienes hoy? Hablar con ellos mirándoles a la cara, sin hacer otra cosa como contestando a un wasap o doblando ropa.
5º Favoreciendo las emociones positivas, en definitiva pasarlo bien, reírse, disfrutar del tiempo juntos, hacer cosas divertidas con ellos, sacar el niño/a que llevamos dentro.
6º Reconociendo las fortalezas, reforzando aquello que hacen bien. Castigar menos, ofrecer recompensas por lo positivo. De esta manera contribuiremos a aumentar su autoestima.
7º Favoreciendo el contacto físico.
8º Sonriendo más y enfadándose menos.
Por lo tanto la inteligencia emocional del adulto es clave para poder educar las emociones en los niños y las niñas
De esta manera conseguiremos que nuestros hijos/as y/o alumnos/as sean más inteligentes desde el punto de vista emocional, y por consiguiente contribuiremos a su felicidad.